Vamos hacia la Punta de las Olas.
Bonita cascada.
Hermoso paisaje. No me acuerdo el nombre de la cima.
Vista de la Faja de Punta de Olas.
Cañon del Añisclo.
Un pequeño descanso y consulta al mapa.
Seguimos por el canchal de la faja de la Punta de las Olas.
Más de lo mismo.
Una vista del camino que habíamos recorrido.
Otra vista del Cañon del Añisclo.
En el refugio de Pineta.
Con cara de cansancio y "pinta" de estar destrozados.
Amaneció otro día esplendido en el refugio de Goriz. Nos levantamos temprano, como es habitual, y después de desayunar, saludar a los asturianos, despedirnos de los compañeros de Donosti y lavarnos un poco, empezamos a recoger las cosas para intentar ponernos en marcha hacia el refugio de Pineta. Habíamos elegido ir por el camino de la Punta de las Olas, pero en conjunto era una etapa que no conocíamos. Todo era nuevo para nosotros. En principio, por la longitud de la etapa, aunque hubiese un descenso largo, no nos preocupaba y pensábamos que podría ser un día de relax.
!Qué equivocados estábamos¡
!La madre que lo parió¡
Desayunamos bien, como siempre, recogimos todo, nos pusimos las mochilas al hombro (por cierto, cada día pesaban más) y nos pusimos en marcha. Serían aproximádamente las 9,30 horas de la mañana. El cronista fue el más tardó. Estuvo mirándose el ombligo bastante tiempo. Nos pusimos en marcha y empezamos a sacar fotos. Las diferentes formas del Valle de Ordesa, un poco después empezó a aparecer el Cañón del Añisclo, etc., etc. Todo muy bonito. Pasamos por la Collata Arrablo y tuvimos algún pequeño problema en la separación de la GR-11, una opción iba por la Punta de las Olas y la otra por bajar al fondo del Cañón del Añisclo para después subir hasta el collado. En nuestro caso optamos por pasar por la Punta de las Olas, incluso a sabiendas que teníamos un paso con cadenas. Seguimos por la zona de la Punta de las Olas y nos dábamos cuenta que el camino subía bastante y además cada vez se hacía más aéreo. Ninguno conocíamos el sendero y esta incertidumbre nos hacía estar bastante callados. En nuestro fuero interno pensábamos: Si este sendero es tan aéreo aquí, no te digo como será en el paso con cadenas. Los tres callados y sin decir nada. Cada vez era más expuesto el sendero. Seguimos y al poco rato encontramos el primer paso con cadenas. Era una pequeña chimenea que requería un poco de trepada y que afortunadamente con las cadenas se hacía muy cómoda. Encima era uno de los pocos tramos que no eran aéreos. Continuamos un poco y al comenzar a bajar tuvimos el siguiente tramo con cadenas. Como podía ser un poco resbaladizo y bastante pendiente, te ayudaban bastante. Tampoco era nada aéreo.
!Afortunadamente¡
Llegamos al final de la faja y respiramos un poco. En el fondo nos habíamos quitado un gran peso de encima. Ninguno de los tres sabía lo que nos esperaba después. Con todo la tranquilidad del mundo y dando el trabajo como concluido, llegamos al borde del Cañón del Añisclo e intentamos localizar el lugar de inicio de la bajada hacia Pineta. Una vez localizado el lugar nos sentamos un rato a comer y recuperar fuerzas. Sabíamos que la bajada era larga y por tanto nos tomamos un respiro y nos metimos algo en el estómago. Después de comer un poco y descansar otro poco, iniciamos el descenso. Al principio vimos que era un descenso normal, empinado, en lazos, pero como otros muchos. Sería algo cansado, pero sin más. Al poco tiempo de iniciar el descenso ya vimos que aquello no tenía nada de normal. Cada poco tiempo teníamos que destrepar y poner todos los ojos en el descenso, cuando no había piedra suelta había roca en la que era necesario descolgarse con cuidado, cuando llegábamos a zona de árboles, las raíces y las hojas dificultaban el sendero en grado sumo, ya que no sabías dónde pisar. El desnivel era muy importante, lo que obligaba a extremar todas las precauciones del mundo. Tenías que evitar las raíces, las hojas porque estaban húmedas y resbalaban, las rocas porque no las veías debido a las hojas y las raíces. Tenías que esquivar ramas, destrepar, tener cuidado con la piedra suelta para no acabar en el fondo del valle, etc. etc. Fue un descenso largo, con una pendiente muy pronunciada de casi 40 % de media, en fin, llegamos al fondo del valle y pensábamos que habíamos hecho el cruce del desierto de Gobi. Estábamos destrozados y eso que pensábamos que la etapa iba a ser de relax.
!Jode, si llega a ser dura¡ !No llegamos¡
Una vez en el llano nos encontramos que no había forma de cruzar el Cinca sin mojarnos. El cronista pilló una "casqueta" de tamaño natural. No pensaba cruzar el río ni por el "forro". Él sabía que había puente o pasarela y había que buscarlas. Allí estuvimos dando vueltas, arriba y abajo, pero la pasarela no aparecía. Al final me tuve que rendir a la evidencia y cruzar el río.
!Me tuve que dar por jodido¡
No quieres taza, pues taza y media.
Posteriormente me enteré que el puente sí existe, pero el más próximo a dos kilómetros de distancia, de ida y dos más de vuelta. En fin, que me descalcé y crucé el río como todo hijo de vecino. Eso sí, no me quité los calcetines. Llegamos al refugio y seguro que teníamos aspecto de refugiados congoleños. El guarda nos dijo que esperásemos un momento que enseguida volvía y mientras tanto nos sentamos en la hierba y aprovechamos para tomar una cerveza bien merecida. Ya en el refugio nos encontramos con tres chicos que estaban haciendo la GR-11 con una perra de raza pastor catalán y que había ido por la otra parte de la GR. La pobre perra tenía una pata un tanto "chunga", debido a la bajada. Ellos se fueron al rato a un refugio libre que había a unos kilómetros de allí. Nosotros le dimos los papeles al guarda y nos aposentamos en una zona de cuatro literas. Tenía unas duchas sensacionales, unos lavabos y servicios de "vicio". Casi, casi, como en casa.
Una vez duchados, acicalados y con los deberes hechos bajamos a cenar.
!Teníamos mas hambre que el perro de un gitano¡
Nos sentamos a la mesa con un chico de Igorre que era un escalador empedernido que nos estuvo contando todas sus historias mientras cenábamos. Nos pusieron una sopa impresionante, después una ensalada y para acabar salchichas con patatas fritas.
Postre, jarra de vino (que parecía que no se acababa nunca), café y "txupito" de agua bendita, que más que "txupito" parecía que nos habían dejado todas las vinajeras de la sacristía.
!Qué bien¡
Después de todo esto y con el estómago y la mente en condiciones, comenzamos a reflexionar para el día siguiente.
La idea era seguir hacia la zona alta de Pineta vía el Puerto Nuevo, después alcanzar la Horquette d'Alans, el refugio de Espuguettes y Gavarnie. La etapa en sí misma podía ser muy larga y el desnivel en ascenso también. La zona no estaba muy bien, se veían muchos neveros, desconocíamos el camino y tampoco sabíamos como podía estar señalizado la desviación hacia el Puerto Nuevo de Pineta. Nuestras fuerzas tampoco estaban como para echar cohetes. Estábamos bastante tocados por el descenso realizado y la tensión acumulada. Después de darle unas cuantas vueltas decidimos que iríamos a Gavarnie, pero desde Torla, es decir, desde San Nicolás de Bujaruelo. Ya encontraríamos a alguien que nos llevase. Al final llamamos a un taxista conocido, que por un módico precio nos llevó desde Pineta hasta San Nicolás de Bujaruelo. Pero esto es otra historia que se resumirá el día siguiente.
En esta etapa comenzamos a andar sobre las 8,45 horas de la mañana y llegamos al refugio de Pineta sobre las 18 horas. La longitud de la etapa ha sido de unos 14,35 kilómetros. El desnivel en subida de 637 metros y el desnivel en descenso de 1.576 metros.
!Pero qué descenso¡
!Mi madre¡
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