Foto de familia.

Foto de familia.
Ascensión a La Aguja Letour. Alpes franceses.

martes, 29 de abril de 2008

(20080429) Tarazona - Moncayo - Tarazona.

En la cumbre y helados de frío. El cielo estaba totalmente despejado pero el viento era tan fuerte que la sensación térmica era de varios grados bajo cero.
Tal y como teníamos previsto, el lunes sobre las 10 horas nos pusimos en marcha en dirección a Tarazona. A última hora se añadió a la expedición Alfredo, hermano de Joxean, y los cuatro con el coche de Joxean nos pusimos en camino a través de la A-15 mientras contemplábamos los atascos de la N-I. Durante el viaje tuvimos bastante agua hasta llegar a Irurzun. Desde aquí en adelante el tiempo fue mejorando. Hicimos una pequeña parada en Valtierra para tomar un café y sin más llegamos a Tarazona sobre las 12,30 horas. Aparcamos en casa de Joxean, nos situamos y nos dirigimos al centro del pueblo. Una pequeña vuelta y nos encaminamos hacia un hotel en las afueras del pueblo para poder comer un menú del día. La idea de ir al hotel a comer era doble, primero porque el menú era bastante bueno y lo segundo porque teníamos intención de reservar la cena para el día siguiente, ya que pretendíamos cenar el famoso lechazo de Tórtoles. El menú estuvo muy bien y la cena reservada. Después de comer nos dedicamos a hacer turismo por todo el pueblo. Un pueblo bonito con muchas iglesias de estilos mezclados pero sobre todo sobresalía el mudéjar. Muchas iglesias y mucho mudéjar. Merecía la pena. También visitamos unos cuantos bares del pueblo para hacernos con las costumbres del lugar. Al final fuimos a una típica tienda de ultramarinos de toda la vida y compramos viandas para la cena y los desayunos. Compramos la cena y los desayunos de los dos días por menos de 20 €. ¡No está mal! Sobre las 20 horas y con las compras hechas nos encerramos en casa de Joxean para prepararla. La cena de lujo consistió en lo siguiente:

- Sopa de finas hierbas del Moncayo con trozos de tubérculo cocido.
- Huevos de gallina negra al estilo de Patxi sobre cama de ibérico confitado.
- La cena fue acompañada por un Reserva Rioja Alta S.A. cosecha 1995, con ciertos toques añejos.

Una vez terminado con este apetitoso menú, un poco de charla y a la cama para el día siguiente subir al Moncayo.
Nos levantamos sobre las 8 horas y después de desayunar opíparamente con fruta, tostadas con aceite, torta de nueces, zumos varios y café con leche, nos pusimos en marcha hacia la cima. Dejamos el coche en una zona conocida como el santuario y desde allí comenzamos el ascenso. El día era precioso, lucía el sol y apenas había viento. Comenzamos a subir a través de un bosque y al poco rato abandonamos el bosque para seguir subiendo por un camino de piedra que en zig-zag remontaba la montaña hacia una de sus laderas. Pronto nos encontramos con la zona del Circo de San Miguel y vimos que la cresta estaba algo nevada. Por el camino veíamos unos cuantos “lapos” de nieve y nos preocupaba, ya que estaba muy dura. A medida que subíamos el viento se hacía cada vez más fuerte y la sensación térmica de frío se notaba cada vez más. Tuvimos que ponernos más ropa, guantes, gorro, etc. La velocidad del viento continuaba aumentando y se hacía dificultoso el seguir subiendo. Llegamos al collado previo a la cima y allí el viento era mucho más fuerte, pensamos que cercano o superior a los 100 km./h ya que teníamos dificultades para mantenernos en pie. Cruzamos un pequeño nevero helado y con bastantes problemas llegamos al collado. Afortunadamente el cresterío no tenía nieve por la parte sur y de esta manera y con cuidado pudimos llegar a la cumbre. El tiempo era terrible, la sensación térmica podía ser del orden de 15 grados bajo cero, por lo que sacamos un par de fotos rápidas y volvimos rápidamente por el mismo camino. En la bajada aminoró un poco el viento y la pudimos realizar mejor, pero ha sido una experiencia curiosa y sobre todo fría. Nos costó quitarnos el frío de encima. ¡Ya hemos conocido lo que es el cierzo! Una vez abajo y sobre las 14:30 horas nos sentamos en una mesa de madera en un bosque y nos pusimos a comer algunas cosas que habíamos llevado. Bonito, anchoas, etc., todo ello con pan y buen vino de bota. Volvimos al pueblo y después de tomar un café y alguna “caña” nos fuimos a casa para ducharnos un poco, descansar otro poco y acicalarnos para la cena. ¡Nos lo habíamos merecido! ¡Vaya frío! Salimos a la calle procurando andar por el sol. Fuimos a una cafetería del pueblo para catar los vinos de la zona y poco después nos dirigimos al hotel del día anterior para darnos un homenaje. Habrían el comedor a las 21 horas y allí estábamos aporreando la puerta. Nos sentamos y nos asesoraron. Un buen vino de la zona (Campo de Borja) y como entrantes una sinfonía de setas del Moncayo con un poco de foie. Tenía de todo, trompetas de la muerte, ziza hori, lengua de vaca, hongos, etc. ¡Muy bueno! Y a continuación una paletilla de cordero lechal a cada uno menos a Xanti, que le pusieron el costillar de varios rebaños. ¡Genial! El vino estaba bien pero hubo necesidad de decantarlo, tenía 16 grados y era todo de uva garnacha. Estaba rico pero bastante duro. ¡No sobró nada! Después del cordero no queríamos postre y nos decidimos por tomar café y un “chupito” de Marc de champán de Moët Chandon. ¡Cojonudo! Con todos los deberes hechos salimos del hotel y nos dirigimos a casa para meternos directamente en la cama. Al día siguiente desayunamos tranquilamente, procuramos dejar la casa lo más “txukuna” posible y sobre las 9 horas nos pusimos en marcha en dirección Donostia.
Hemos llegado sobre las 11,30 horas después de haber tomado un café en Pagozelai.
Han sido dos días “cojonudos”. Otro más para la historia. Bueno chicos, hasta pronto y a ver si nos juntamos todos.
Nos pusimos a andar sobre las 9 horas y volvimos al coche sobre las 14:30 h. El desnivel acumulado en subida es de unos 900 metros y la longitud de la excursión sobre los 11 kilómetros. El camino no tiene ningún problema, está muy pisado y sin pérdida.

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